Escribiendo…

Asunto: renuncié a una cliente tóxica.

Empecé a escribir esto minutos después de enviar el email oficial de renuncia, pero esperé un par de días para darle continuidad y que lo que leas a continuación venga desde mi tranquilidad y no desde la euforia que se siente de mandar gente de mierda a la mierda. 

Sí, lo sé, pero aunque no lo creas, estoy muy tranquila. 

Comenzaré comentando que inicié mi carrera profesional hace 12 años (o un poco más si cuentas todos los emprendimientos que tuve desde que estaba en primaria), cuando, gracias a un ensayo que hice para una materia en sexto semestre, me llevó a comenzar mi ciclo de pasantías en el Correo del Caroní, el periódico más reconocido de mi ciudad natal. 

Antes de graduarme ya sabía que odiaba el periodismo, eso de estar preguntándole cosas a la gente no es lo mío, la interacción humana no es mi fuerte a decir verdad. Estudié Comunicación Social porque era lo más cercano a escribir en ese momento y detestaba la idea de vivir en capital (sí, la vida puede ser bien graciosa desde aquí, Santiago de Chile), así que me fui por la opción más (in)cómoda para mí.

En ese momento, para la Eunice soñadora de 17 años, escribir un libro era cosa de escritores y para ser un escritor había que estudiar, formarse, entender todas las leyes de nuestro idioma y lograr la perfección. En ese entonces soñaba con ser escritora de novelas románticas ficcionadas, mi vida no era tan interesante, el que mi novio me engañara con mi mejor amiga y al otro lo mandaran al otro lado del mundo no me daba la suficiente tela para hablar sobre amor y esas cosas. 

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Escribí en el periódico y logré varias primeras páginas, mi sección favorita fue, es y será, ciudad, esa parte que te lleva a conocer diversas realidades, siempre muy alejadas a la mía. Me ayudó a ser más humana, sin lugar a dudas. Trabajé en radio, revistas, medios digitales y aunque nunca hice televisión, las pruebas de periodismo televisivo de la universidad fueron suficientes para saber que ese no era mi camino. 

Adiós al periodismo

El periodismo no era lo mío, pero no me fui del rubro antes de probar todas las áreas porque una tiene que descubrirse y ver si es una weá del momento, o si es cosa de que no te gusta de verdad. Era un hecho, lo mío era escribir sin tener que andar corroborando fuentes que al final, digan lo que digan, siempre mienten porque la verdad no existe. 

En fin, mi paso por el Correo del Caroní duró hasta que tuvo que durar, son muchas cosas las que podría mencionar, pero prefiero quedarme, en este caso, con esa oportunidad de saber que contaba con el valor de poder renunciar de cualquier lugar que fuera un sitio lleno de injusticias. Y eso, amiga mía, lo agradezco enormemente, más allá de los malos ratos. 

Y así pasaron los años y mi rumbo profesional se especializó en la redacción de contenido para plataformas digitales. Con el tiempo, mi esfuerzo y un talento que ni qué te cuento, comencé a crecer, lo que me permitió no solo rodearme de gente con más experiencia, sino con los contactos vitales para darle empuje a mi agencia.

Durante años trabajé paralelamente de forma dependiente, mantuve mi empresa, uno que otro emprendimiento y alimenté -sigo haciéndolo- mi sueño de ser escritora y tener mi propia serie en Netflix porque aquí no vinimos a soñar de a poco. 

En este camino he visto de todo, pero lo que más abunda es la gente que te quiere ver caer, aquella que no necesita que brilles mucho, aquella que puede no importarle tu contexto personal con tal de ellos seguir arriba. 

Y bueno, para ser justos la Eunice de hace años atrás no tenía la autoestima necesaria para ver ese valor profesional por el cual la contrataban, ella es tan buena en lo que hace que creía que era normal para todo el resto y que quizás, y solo quizás, las otras personas lo podrían hacer como ella y hasta mejor. 

Gracias al cielo a esa Eunice nunca le han faltado una Chío, una Yu, una Verónica, una Andrea, una Maga o una Ana en su vida, de esa gente que te obliga a verte de verdad y no con lentes empañados de traumas. 

Sin embargo, a pesar de todo eso bueno, siempre hubo una constante que solo logré identificar hasta hace poco, y es que el/la jefe maltratador o el cliente pasivo agresivo ¡nunca me faltó! 

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Ahora sí: renuncié a una cliente tóxica 

Luego de años descifré ese patrón de atracción de gente autorreferente, narcisista, de esa gente que no permite que nadie brille más que ellos. Yo de eso tengo un doctorado, mira que hasta me divorcié de uno. El punto es que entendí que el rollo no estaba en los demás, sino en mí, porque era yo la que permitía cosas bajo el argumento de que soy tolerante, cero conflictos, etc., y mira, yo lo que no sabía era poner límites y hablar de frentón como uno realmente debe hacerlo en la vida. 

Eso evidentemente me llevó a tener muy malas jefaturas y pésimos clientes. 

Pero como ahora ando en mi onda de darle a mi brillo el lugar que tiene y permitirme ver mi valor real sin importar el costo, bueno, hemos hecho caída y mesa limpia con los empleos y los clientes, y aunque esto ha representado menos ingresos (y lo destaco), se ha traducido en algo nadie más puede darme: tranquilidad. 

De ahí que decidiera renunciar a una de las cuentas que gestiono porque no puedo permitir más pasivo agresividad en mi vida, porque no quiero nada que no sume cosas positivas en mi vida tanto profesional como personal. Esta Eunice de hoy no regala más su talento, no silencia sus posturas por mantener una falsa amabilidad solo porque, aunque cueste creerlo, le tenga miedo al conflicto. 

Luego de una conversación muy breve con mi novio llegamos a la conclusión de que renunciar era el único camino si yo de verdad quería que cosas buenas y mejores comenzaran a llegar. Así que tardé 5 minutos en redactar el WhatsApp extraoficial y 5 más en redactar el mail oficial. Asunto: renuncié a una cliente tóxica

10 minutos me costó tener mi libertad y tranquilidad. 

Renuncié a una cliente tóxica

Toxicidad laboral 

Los ambientes laborales tóxicos son reales. Los jefes mamagüevos son reales. Los clientes imbéciles son reales. La gente incompetente es real. El que se lleva tu crédito existe y el que te culpa de lo malo que no hiciste también. El mundo laboral puede ser una mierda, pero puede dejar de serlo también. 

Siempre agradezco cada uno de mis empleos y mis clientes, porque me han llevado a personas maravillosas que aún mantengo en mi vida, pero hoy me despido de esa justificación para recibir las bondades que el universo tiene para mí, ya que no necesitas vivir en la mierda para que luego te pasen cosas buenas.

Eso del sacrificio pasó de moda. 

Además, ¿vale la pena las crisis de ansiedad?, ¿el dormir menos o estar siempre pegado a tu teléfono porque te pueden escribir? Baby, no es normal que todo sea urgente, si es así, nada lo es entonces. El sobrepeso, el mal comer, la irritabilidad, son cosas que puedes evitar. 

Y puede ser que tú que me lees aún estés en un ambiente así o tengas clientes que odies, pero como suman cifras a tu fin de mes te los aguantas. Siempre justifiqué mucho todo porque bueno, era “lo seguro”, porque eran mi “último” estable, porque sentía demasiada presión de ser madre soltera y migrante, con el peso de un divorcio y un chisme del tamaño del pueblo del que vengo. Y no se trata de si mi pareja me apoya o no, porque mi pareja ha sido mi “ven y descansa para que agarres fuerzas para seguir”, pero nunca se trata de alguien más, sino de uno mismo. 

Yo estaba tan herida que hasta disfracé de amistad a aquellas jefaturas tóxicas, les hice la pega y al momento de la chiquita, salió a relucir la verdad de quiénes eran, cómo eran y lo que pretendían de mí. En fin, una siempre en la eterna justificadera. 

¿Sentí miedo? ¡Mucho! ¿Dudé hacerlo? ¡Por meses! ¿Quise fingir demencia? ¡Lo hice hasta que no pude más! Siempre encontré excusas para no hacerlo y seguir hasta que no pudiera, hasta que sobrepasara todos mis límites y me quebrara sin poder avanzar. Gracias al cielo esta vez no tuvo que ser así.

No tuve que esperar a no resistir, no me fui de mala manera, no oculté los hechos y hubo apañe de parte de mi equipo. Esta vez fue distinto porque decidí que fuera distinto, esta vez no huí, esta vez elegí serme fiel y que mi tranquilidad, el respeto hacia mi profesionalismo, y mis ganas de darme valor fueran mi prioridad, porque convengamos que si no me doy valor, nadie me lo da y con esta actitud no llegamos a Netflix. 

Nuevos planes 

Siempre he tenido muy claro mi norte: escribir muchos libros que lea mucha gente en todo el mundo y mi serie en Netflix (o sus derivados) de varias temporadas, o mejor sus varias series y sus películas, porque ajá, ¿para qué delimitar los sueños?, ¿por qué frenarme? 

Por ahora, mi meta principal es no sentir culpa por renunciar, evitar los latigazos por tener más tiempo para mí, por no tener que vivir estresada por lidiar con gente mamagüeva. Así que por ahora se trata de comenzar a vivir más para mí, y nada de morir por los demás. 

En fin, renuncié y soy feliz porque decreto muchas cosas buenas para Eunice la escritora, porque sé que están ahí esperando que yo tenga las manos libres para poder llegar a mí. ✨Hecho está✨

Como diría mi amiga Ray: Y sí chica, renuncié. 

Gracias por leer hasta aquí, gracias por ser parte de esta vida millennial y por creer que tendremos nuestra serie en Netflix, y sí, nuestra, porque este es el cuento de todxs. 

Recuerda compartir con esa amigx que sabes que necesita leerlo para saber que no está solx en ese ambiente de trabajo un poco de 💩

Pd. Perdón si te decepciono con el chisme, no se me da el estar hablando mal de otrxs, aún intento matar al ogro de mis libros y no lo logro, pero la verdad es que esto se trata de mí, lo que esa persona hace o deja de hacer, da lo mismo. En una relación tóxica más que poner el ojo en el tóxico, vale más la pena evaluar el por qué estamos permitiendo esto.

Lo importante, lo importante es que renuncié a mi cliente tóxica.

Besitos, baby! 💜🫰🏻