Siempre me había declarado una fugitiva del amor, al menos eso creí por casi 32 años. Y es que más allá de ser una acuariana más libre que el viento, esto del amor genuino y espontáneo no sé si es mi fuerte, la verdad es que buscaba encajar para que me amaran, porque no entendía que el amor condicionado no es amor.

Cuando era adolescente me enamoré de un príncipe bellísimo, 1.80, caucásico, cabello negro, ojos azabache, músico y artista. Tenía más problemas con sus papás que ganas de vivir, y es que obviamente a mí me encantaban aquellos hombres a los que les hacía falta todos esos abrazos que no les dieron de niños. 

Fue un amor intenso, yo sentía que me iba a casar con él, tener 5 hijos, un huerto y una casa en la península itálica, que tendría un cuarto con vista al mar, donde escribiría todos mis libros. Uff, creo que ha sido el único hombre con el que de verdad me imaginé un futuro bien hollywoodense. 

Pero el italiano me rompió el corazón en todos los pedazos posibles, me destrozó cualquier rayo de esperanza, y aunque éramos jóvenes y estúpidos, ese dolor quedó en mi por mucho tiempo, acompañado del cuestionamiento del por qué. Años después volvimos y yo lo seguía amando como el primer día, -soy de las que cree que el amor no muere, se transforme, tú decides en qué-, pero no funcionó por mucho que quise que sí. 

Deseaba tener todo controlado para que esta vez sí funcionara, pero ya no éramos los mismos, yo tenía sueños inmensos y solo quería lograrlos. Él no tenía claro lo que deseaba hacer. Yo me fui de su vida, del país, de ese amor que no fue jamás, de esas lugar inmenso que debía llenar al convertirme en alguien que no era.

Lo lloré horrible, lo sufrí peor. Dejó un hueco en mí que me hacía volver cada cierto tiempo a esos recuerdos en los que fuimos felices. Él me hacía olvidar de todo eso que no funcionaba en mi vida, de mis “malas” decisiones, de mis ganas de creer que jamás sería feliz. Era apañador, me hubiese acompañado hasta el fin del mundo si se lo hubiese pedido, pero no era justo para él, ni para mí. 

Para quienes han leído el libro sabrán que Kamal apareció en mi vida cuando el italiano me engañó la primera vez, y me salvó de quedarme en ese hueco culpándome por no haber sido esa novia que a sus 15 años arriesgaba su futuro por una calentura de adolescentes. Kamal fue, ha sido y será mi único y verdadero casi algo, el hombre por quien realmente conocí el sufrimiento de un amor que no podía ser. 

O no quería ser… 

O no debía ser… 

La cosa es que no fue nunca, al menos no como hubiese deseado y es lo que importa. Todo el detalle está en Diario de una Millennial, la princesa y el ogro, disponible en BuscaLibre, Amazon y conmigo, baby. 

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Lo de Kamal duró más de lo que debía, fue un ir y venir que nos dejó atrapados en todo eso que pudo haber sido y no fue. Y me marcó para siempre, lo amé hasta el día que decidí dejar de hacerlo y resignificar eso que sentía en algo que nos hiciera bien a los dos, porque merecíamos un mejor final, pero bueno, c’est la vie. Kamal me enseñó que no lo necesitaba a mi lado para tener un cierre. 

También me ayudó a convencerme que el amor no era cosa mía, que mejor me rendía y trataba de cumplir con eso que decía la sociedad que debía hacer: casarme, tener hijo y vivir aparentando una felicidad inexistente. Y es que esa forma de poder ser con Kamal era algo que no lograba tener con nadie, no debía fingir ser alguien que no era, era yo y eso estaba bien. Lo mismo que me pasó con Ignacio, el ogro de mi vida. El problema en el caso de Kamal no era él, era su entorno y su contexto, era que yo podía ser honesta con él, pero no con el resto de gente. 

Con Ignacio además de todo eso, me dejé por esos prejuicios de los que yo estaba huyendo. Es que mi vida parece una tragicomedia.

El contexto de todo

Y eché todo este contexto porque mi idea inicial era hablar del amor según tu talla y de cómo por casi 32 años me negué muchas experiencias porque siempre me creí gordísima, y una “gorda como yo” no podía estar con tipos bellísimos como Ignacio, Kamal ni mi italiano hermoso (solo que este no era el facherito del grupo, pasaba piola y ajá, no sé, yo tenía serios problemas, no me juzgues jaja).

Crecí en un contexto social en el que los gordos con los gordos, los flacos con los flacos, los negros con los negros y así. Mi contextura no ha sido delgada nunca ¡porque no está en mi ADN serlo, la sangre española no hizo efecto en mí! Soy de curvas y aunque ser de curvas no te hace gorda, lo entendí hoy a mis 33 y no a mis 21 cuando pude vivir un cuento de hadas con Kamal, ni a mis 26 cuando me enamoré de Ignacio y todas mis inseguridades no me permitieron convencerme de que sí era algo lindo para mí. 

El peso y el estar gorda es una lucha que he tenido desde que tengo uso de razón. Siempre quise ser diferente, tener otro cuerpo, ser digna y bella para que me quisieran de verdad, para que el amor llegara a mí de manera honesta y no condicionada. 

Hace poco entendí que solo busco ser amada por mi peso y cuerpo, te cuento cómo fue que me cayó el 20. 

El amor condicionado no es amor

Estaba hablando con una amiga psico sobre cómo la ansiedad me está ganando y cómo me estoy maltratando heavy con el tema del peso y del cuerpo, además porque en seis meses perdí todo el progreso de año y medio, porque bueno, no he podido controlar mis impulsos, ya que las emociones las tengo atarugadas en la garganta. 

Casi llorando le confesé que desde la llegada de mi mamá a Chile volví a comer a escondidas o sentirme culpable por comer lo que me gusta. Tal y como hacía cuando era niña, solo que ya no tengo el mismo metabolismo. 

Considerando el contexto de que en año y medio de trabajo nutricional, psicológico y deportivo, nunca dejé de comer nada de lo que me gusta, o sea, mi primer comentario a la nutricionista fue: la hamburguesa no se toca. Y la verdad nunca la tuve que dejar, solo que aprendí a comer. Nunca en ese tiempo sentí culpa y siempre me mantuve activa. Era libre y me estaba amando de una forma increíble. 

Pero en el 2023 me pasó de todo

El ogro volvió a mi vida -la verdad es que nunca se fue-, mi mamá volvió después de dos años, una amiga me jugó feo, lancé el libro al mismo tiempo que me quedé desempleada, volví con ex. O sea, todo. Comer fue más fácil que hablar, fue mi lugar seguro. O al menos, el más familiar. 

Todo esto me llevó a aumentar de peso y si bien, no estoy pesando 120 kilos como antes, no me siento cómoda con el hecho de haber perdido mi progreso. Además, yo me deshice de toda la ropa grande, por lo que estoy casi desnuda y la ropa que me compro, me la compro de la misma talla de antes para obligarme a rebajar. Sí, me estoy maltratando y es horrible. No voy a tocar el tema del mal dormir, ni el dolor de rodilla. 

Y en todo este proceso obvio que he vivido más en el fondo que en la cima, me he sentido en la mierda y me he tratado peor que ese ex que me golpeó y me convenció que todo estaba mal en mí. Te juro que me ha costado mucho, pero lo clave de todo fue descubrir esto: 

Quiero rebajar y tener un cuerpo “delgado” para que me puedan amar, porque crecí con ese condicionamiento, el cual estaba en mi inconsciente y me estaba haciendo mierda la vida. 

Entendí por qué, a pesar de estar delgada y divina, nunca me sentí suficientemente hermosa para Ignacio, eso sin mencionar que me esforcé mucho en estar “linda” para ese reencuentro que yo sabía que iba a suceder, porque en el anterior yo estaba gorda y mi cabeza se convenció de que esos kilos demás fueron la razón para que él no quisiera nada conmigo (no que no quisiera estar porque no quería y ya). Es decir, yo determinaba mi valor según el número de la báscula. Y sí, eso es un trastorno que distorsiona la percepción que tengo de mí y mi cuerpo. 

Hoy día mi mi novio cada día hace la pega de hacerme saber lo hermosa que soy ante sus ojos, lo mucho que me desea, lo espléndida que veo, lo mucho que le encanta mi estilo al vestir. Él ha calmado mis crisis todos estos meses y me ha enseñado que el amor no viene con ningún contrato que condiciona la medida en el que lo recibes. Y yo cada día trabajo en verme con amor, tratarme con amor y dejar de decirme gorda, horrible o que el hecho del sobrepeso determina mi valor como persona. 

Y hoy puedo entender que no se trataba de ser o no, una fugitiva del amor, sino de que realmente no estaba permitiendo que nadie me amara porque todos mis miedos, inseguridades y heridas, me alejan de esas miradas de amor sinceras. Aquí no vale el deseo de que todo pudiese haber sido diferente, porque genuinamente de no haber sucedido así, yo no estaría entendiendo que aún siendo gorda, soy una persona que merece ser amada sin miedos, ni condiciones. No, no estoy romantizando el sobrepeso. 

Puedes ver el episodio de Como peces fuera del agua que habla sobre ¿Eres bella según quién?

¿Eres bella según quién?

No se trataba mucho de ninguna maldición de vidas pasadas -que algo tenía que ver- sino de cómo me veía yo y de lo que me convencí que merecía. De ahí que siempre me resignara a amores insanos que sólo me llevaran a buscar la validación por el cómo me veo. 

Lamento no haberle creído a todos esos que vieron más allá de mí, o que vieron ese cuerpo lleno de curvas, todo divino que siempre tuve. Pero, chicos, hoy les creo y mucho. Si bien con el italiano no me pasó tanto, evidentemente cuando me traicionó con una morenaza, 90-60.90, de 1,75, creí que mis curvas fueron el problema, porque qué iba a estar calentándolo yo con mi 1,67 y mis 62 kilos. Más allá de lo joven que era para donarle mi flor, me convencí de que no era suficiente para él. 

Todas bellísimas

Imagínate con Kamal, todo palestino, todo bellísimo, rodeado de las muejres más hermosas que mis ojos hayan visto y yo ahí, siempre en zapatillas y sin querer peinarme. Validemos que tengo un punto, no es para menos sentirse así, menos cuando tu mamá te hace prometer que jamás serás gorda, jamás. 

Ah bueno, y con Ignacio ¡tú me dirás! Todas sus novias eran unas misses, bellísimas. Unas joyas de revista, dígame la chica con la que estuvo después de nuestro jujú: una esmeralda. Bellísima. Yo ahí toda sin peinarme .sigo sin peinarme, no me ha molestado nunca, sino a mi mamá-, sin conocimientos de skincare, quitándome los vellos de las piernas cuando tenía tiempo. La vida no me ayudaba, ja, ja, ja. Hace poco lo vi saliendo del concierto de Rawayana con unas jevas lindísimas, operadísimas, modelos, y yo toda Eunice, pensando en comerme un perro con todo, full cebolla. Hay cosas que son difíciles de extraer, pero confieso que no me sentí tan mal, y tampoco fue que lo vi tan bellísimo a él. 

En fin, la cosa es que para dejar de ser fugitiva del amor, debemos nutrirnos de amor. Y no se trata de esta paja del amor propio con una lista to do genérica, sino de marica, hazte cargo, reacciona, sálvate y vive bien esta vida porque es hermosa, no es una mierda como te hicieron creer. Sí, hay príncipes dispuestos a construir algo hermoso a tu lado, sí hay segundas oportunidades para historias que la merecen. Sí hay presentes lindo. También hay pasados necesarios. La vida sí es lo que muchos han escrito y el amor es todo menos un sacrificio, no tiene nada que ver con condiciones, ni con el perdón infinito, déjale eso a los cristianos que lavan sus culpas cada domingo. 

Hoy tengo la capacidad de ver al italiano, a Kamal, incluso a Ignacio con otros ojos. Hoy recuerdo sus inseguridades, sus conflictos, sus propias luchas y entiendo el cómo nos espejábamos y el papel que cumplimos en nuestras vidas, al menos el que ellos cumplieron en la mía. Ya no quiero seguir huyendo, ni resistirme a ser amada, a que me regalen flores, a que me lleven a bailar solo porque soy yo, a que me abracen porque ese abrazo es un hogar. Hoy no quiero contratos de cómo amar, quiero ser fiel a mi naturaleza acuariana y amar en libertad, sin estas weas humanas que lo que hacen es empañar el amor. 

Así que sí, volví al gym, ya no como a escondidas y estoy durmiendo mejor, llevo dos semanas sin crisis de ansiedad en las noches. Hoy le acepto todos los cumplidos a mi novio y me estoy sintiendo una mujer bella y radiante. Te voy contando cómo avanzamos, mientras seguimos creyendo y tocando estos temas bien incómodos, pero bastante necesarios.

Recuerda que el amor condicionado, no es amor.

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