Quisiera comenzar diciéndote que estos últimos tres años no estuve tratando de ordenar mi vida y buscando una especie de (des)equilibrio que me ayudara a sentirme bien porque sí, estaba cansada de sentirme mal, de luchar todas las mañanas por levantarme de una cama en la que solo quería fundirme. Estaba cansada de la vida y apenas estaba llegando a mis 30’s. Sinceramente, en muchos momentos no supe cómo seguir.

¿Una locura? Lo sé. ¿Una vida por delante? También lo sé. ¿Era afortunada y privilegiada? Más que muchos y aún así me sentía en desgracia, porque aunque mis problemas fueran diferentes a los de otros, no eran menos importantes.

La crisis de los 30’s me estaba respirando en la nuca y en los últimos 20 años solo había aprendido a salir corriendo, a huir todo aquello que me vulnerara, sólo sabía ser una cobarde con apariencia de valiente. Reconocerlo fue el primer paso: estaba asustada. 

Cagada de mi miedo, en palabras más sinceras. 

Traté de huir pero la vida fue más rápida y me volcó tras un choque de realidad en la que me encontré descuida, enferma, frustrada, viviendo una vida de mierda, completamente infeliz, achacándole esos dolores a todas las personas a las que que sentía que tenían alguna responsabilidad que solo yo construía. 

El primer blanco fue mi novio, mi pareja de -para ese entonces- tres años, el hombre con el que, por circunstancias bien incomprensibles de la vida, terminé construyendo la familia que hoy día compartimos. Ambos habíamos llegado a la relación muy rotos, con un pasado que estaba más presente que nuestros “buenos días” de cada mañana, con unos patrones llenos de desidia, resignación e incomprensión que, siendo sinceros, no iba a salir nada de eso. 

Después vi que solo era un reflejo -en parte- de lo mal que estaba mi relación con mis padres. Uff, mis mommy & daddy issues diciendo: ey, deja de ignorarme. No era algo que quiera atender, ¿para qué? Si al final solo me provocaría un dolor por andar abriendo heridas que era mejor ni tocarlas para que no se infectaran más. 

Para mí fue mucho más fácil decir: no será como ellos. Obvio, renegando mis lazos lograría ser tener una historia diferente 🙄Tampoco nada bueno saldría de ahí, pero no supe cómo seguir.

Luego me enfoqué en él, en el profundo amor que le tenía, en las muchas ganas de abrazarlo que guardaba, en lo mucho que necesitaba sus palabras que me llenaban de fuerza para seguir. Él era la solución de todo, era mi magia, él era mi luz permanente, esa que aún las distancia y el tiempo me seguía encendiendo.

También lo culpé por todas las veces que sentí que me hizo daño, por todos sus besos cobardes, por todas las veces que tuvo que estar conmigo convenciéndome de que sí era capaz, que era una diosa, que alcanzaría todos mis sueños porque talento me sobraba. Lo necesitaba, y lo culpé por no estar. 

Porque ¿por qué no estás en la vida de una persona que te ama tanto? 

Entre tanto culpables no lograba reconocer a la única responsable de todo: yo. 

El primer año 

Este fue el año en que me descubrí perdida en una vida que parecía prestada. Odiaba todo de mí, tenía cero confianza en mis talentos -sinceramente no creía en nadie-, sentía rechazo por mi cuerpo, por mis logros, por todo lo que era. Es la versión que recuerdo con más dolor, porque aquí no había nadie lastimándome, solo estaba yo dándome golpes como si fuese mi propia enemiga. 

Odié a mi novio y todo lo que él representaba. 

Comencé con los ultimátum de: si esto sigue así, se acabará, me iré y nunca más sabrás de mí. Hablaba desde el tú, nunca desde el yo, porque Eunice era perfecta, Eunice era dueña de la verdad, Eunice estaba bien aunque viviese en su propio hoyo de mierda.

3 días eran buenos y 8 malos. Así de largas eran mis semanas. 

De repente me encontré pensando en él, añorando volver a ese 2017 en el que fuimos solo nosotros dos, en el que por primera vez sentí que Eunice, la real, podía ser libre, sin un entorno lleno de enjuiciamientos. Me despertaba anhelando sus “vamos que tú puedes”, era necesidad de su energía que sentía, solo que en mis propias confusiones creí que era amor. 

Es decir, el amor por él nunca se fue, nunca se ha ido, dudo que se vaya algún día, porque de verdad estoy convencida de que el amor es energía y la energía solo se transforma. Los primeros años la transformó en tristeza y luego en enojo y así guardé todo lo que sentía por él en un caja de resentimientos junto a todas las expectativas de la vida que siempre soñé tener a su lado. 

De forma paralela estaba mi cuerpo de 110 kilos recordándome lo enferma y horrible que estaba. Al lado el eco de la voz de mi madre en su versión más inquisidora diciéndome que ser gorda era malo, no solo por la salud, sino por lo estético. 

Súmale un trabajo en el que el ambiente era poco sano y el que no me gustaba nada, el que me dejaba sin tiempo para mí, mis hijos, para la vida en sí. 

Y no ignores que dentro de todo ese caos debía ser mamá, ese puerto seguro en el que el par de hijos que tengo puede siempre refugiarse.  Ahí tampoco supe cómo seguir.

No sé cómo sobreviví, pero de que estaba en la mierda, lo estaba. Así que empecé la terapia y comencé a ver luz: no eran ellos, era yo. 

El segundo año

Me convencí de aquellas palabras que mi madre siempre me decía de niña: si quieres que las cosas cambien, cambia tú. 

Renuncié a mi empleo, me mudé, decidí soltar el amor que sentía por aquel hombre que insistía en mantener en mi vida. Terminé la relación con mi novio, corté lazos de amistad que no me sumaban nada y entré al mundo de la terapia alternativa. 

También comencé a cultivar nuevas relaciones de amistad, esas que me sostenían, entendía mi proceso y me ayudaban a superar los dolores que quemaban mi alma. 

Renuncié a tradiciones que no eran mías y inicié la construcción de la vida que deseaba, a mi pinta y gusto. Trabajé la relación con mis padres, comprendí que hicieron lo mejor que pudieron con las herramientas que tuvieron y que hoy son parte fundamental de mi vida. Todo comenzó a mejorar.

El nuevo empleo no me gustaba, pero me permitía tranquilidad económica, lo que funcionaba en el tiempo. Y funcionó hasta que descubrí que no me sumaba, no me permitía crecer y no era lugar en el que yo quería estar. 

Sin embargo, comí mejor, ejercité mi cuerpo-mente, bailé mucho, dormí y descansé. Fue un año en el que dediqué tiempo para cuidarme y rescatarme. Ya había salido del hoyo de mierda, ahora tocaba hacerse cargo de esas heridas. 

Lo más importante: volví a escribir.

La vida estaba tornándose hermosa, estaba descubriendo colores que no conocía, me estaba amando y se sentía hermoso. Descubrir que sí era una persona bacán de alma noble, valiente, honrada, trabajadora y soñadora, me dio paz, una paz que me permitió seguir. 

El tercer año

Mi nueva versión me tenía enamorada, además estaba cerca de mi objetivo para ser feliz: la publicación de mi libro. Toda mi vida determiné que el día que publicara mi libro sería realmente feliz, la vida valdría la pena, todo sería perfecto. 

Durante este tercer año visité lugares oscuros de mi inconscientes, lugares que me permitieron encontrar las raíces de mi realidad, la respuestas muchos por qués, a una Eunice inocente que no debía vivir lo que vivió, pero que no vino aquí a decir que sí y que no, sino a resignificar la vida misma, darle el sentido que quiero y comprender que las heridas son inevitables, pero curables, que podemos vivir con ellas y ser felices.

Este fue el año en que volví a ver al que, arbitrariamente, declaré como el amor de mi vida y no sentí mariposas en el estómago, no humectar mis manos por  nervios, no me vestí para que me viera hermosa, sino para mí. Lo vi por primera vez sin la necesidad de sentir esos abrazos que muchas veces me salvaron. 

Este tercer año llegó para darme la oportunidad de comprobar si él era el ogro de mi vida o el príncipe de mis sueños. Resultó ser que para lo que en verdad había vuelto, era para demostrarme que a la única persona que necesito en mi vida para que me salve, es a mí. 

Comprobé que el amor que buscaba recibir de él, era todo el amor que me negaba a darme a mí misma porque no sabía cómo hacerlo. También entendí que esos miedos que tenía de vivir una relación se basaban en mi profundo desconocimiento de cómo vivir una relación, ya que mis referencias no eran sanas ni ejemplares. Tenía miedo de descubrir un mundo sin él, sin esa mano que me sostuvo una vez, sin la gallardía que él encendía en mí, pero fui valiente y lo que descubrí sin él fue hermoso. 

Además, fue mi examen final. Sí, el universo necesitaba comprobar que había aprendido la lección, si de verdad había comprendido que mi misión en este mundo no es salvar a nadie, menos a quienes no quieren ser salvados, que no aunque veamos el mundo diferente, mi lado no es necesariamente el correcto. 

And just like that

El pecho me dolió como si una daga lo cruzara. El día que me tuve que despedir de él para siempre sentí cómo la frase “me duele el corazón” hacía vida en mí. Se me había partido en dos, mis ilusiones de un final de película habían muerto, yo las había matado, porque era mejor, porque esta es la vida real, porque no me hacía bien, porque hay que saber a qué aferrarse y qué soltar. Tomé todo el amor que sentía por él y el 90% me lo devolví, el otro 10% lo transformé en ese agradecimiento y ese querer que le tendré toda la vida. 

Me tomó un par de meses el duelo. Cambió toda mi vida cuando eso pasó, cambió para mejor, para lo bonito, para esa versión de realidad en la que me permito ser feliz porque lo merezco. Esa realidad en la que me elegí de verdad, pese a todo. 

Mi tercer año ha sido esto: Yo eligiéndome. 

Mi relación con mis padres es hermosa, mis amigos son los mejores que se puede tener en el mundo, ya no tengo empleos tóxicos, y escribo historias que nos ayudan a conectar, en las que les muestro un poco de mi mundo en el que solo trabajo por resignificar las experiencias. 

Paré mi vida, detuve el mundo solo para encontrarme y el resultado está siendo hermoso. Hay días de días, el proceso es infinito, no hay graduaciones para la evolución. Soltar se vuelve mágico cuando lo haces desde el amor y no desde el dolor o la resistencia. Paré porque elegirse no es fácil y siempre es doloroso, pero al final es hermoso. 

Cómo seguir 

No hay fórmulas mágicas, cada persona es un mundo diferente. A mí me ayudó alejarme para colocar mis emociones en orden y así permitir vivirlas sin renegar de ellas. No fue que no quise seguir, sino que, en un punto, dije: ¿y ahora qué sigue? Si al final mi felicidad se basaba en publicar libros, ¿qué seguía ahora? 

Eso es algo que aprendí: respeta tus formas. Para algunos les funcionará estar acompañados, hacer cosas, no parar. En mi caso, entiendo que la clave está en darme tiempo, confiar en el proceso y vivir ahora, porque el futuro es muy incierto como para hacer planes. 

Y siempre habrá momento en los que no sepas cómo continuar, ahí tocará improvisar y saltar, porque en la vida, como en el amor, todo es un salto de fe y solo es apto para valientes. Tú decides. 

¿Princesa sin ogro? 

Diario de una Millennial la princesa y el ogro

Y sí, publiqué mi primer libro, ese que sentía que era una deuda con ustedes, con él, pero siendo muy sincera, es un libro para mí, es la honra a estos seis años en los que descubrí que soy una Eunice capaz de amarse y amar muchísimo tanto como para saber quedarse y para saber irse. 

Hoy soy autora de Diario de una Millennial, la princesa y el ogro, 330 páginas que resumen la experiencia de haber amado mucho o un ogro que quiso ser un príncipe que no supo cómo, y entre los miedos, las batallas, los traumas, y “el amor lo complica todo”, me dejó la corona de princesa y la oportunidad para descubrirme como soberana de mi vida. 

Ya no hay más ogros en mi historia, hoy reconozco que merezco estar con un príncipe que tenga el valor de enlodarse las botas junto a mí y vivir una vida de aventuras en las que sí, a veces será difícil, pero las risas sobrarán. Hoy vivo coronada como la princesa y diosa de mi vida lista para hacer magia con estas letras. 

Gracias por ser parte del camino, gracias por leerme y gracias por disfrutar de la historia de dos personas que fueron tanto que terminaron siendo nada, pero en la que una de ellas terminó como princesa de su vida. 

El libro está disponible en Amazon y en BuscaLibre. Cómpralo y encuéntrate en la historia, porque lo más bonito es que sí, el diario es mío, pero la historia es de todxs. 

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