Hay cosas que no encajan aunque te dé la impresión de que sí. Esta entrada tiene una fuente bien espontánea, la estoy escribiendo justo después de tender mi cama porque de verdad no quiero que se pierda este chispazo que sentí cuando trataba de colocar el esquinero. Y más que chispazo, lo llamaría epifanía, una epifanía con las sábanas de mi mamá.

Bienvenidxs a mi cabeza, a este universo que intento descifrar desde la poca -o basta- experiencia que he podido recopilar en mis treinta y tantos. Es mi forma y mi fondo, solo eso 🥹🫶🏻

Crecí con la lista entera de mis “cómo debe ser”, supongo que si me estás leyendo tú también. Viviendo en Chile y visitando otros países, conociendo otras culturas, entendí que no tenía nada que ver con nacer en Venezuela, que es algo más generacional, más de género, más de nuestra humanidad. 

Sé que no estás entendiendo por dónde voy, pero es que esta mañana del 24 de octubre del 2023 quiero que quede como fecha histórica de la epifanía que tuve, y que hoy quiero compartir contigo. 

Igual te dejo el audio que le envié a mi mejor amiga porque te juro que quedé como WTF!: 

Audio revelando mi epifanía a una de mis mejores amigas 🥹

Mi mamá tenía un juego de sábanas que a mí me encantaba porque era un placer acostarse en ellas, era una suavidad increíble, amaba estar acostada ahí, te juro que era un placer que me hacía sentir en paz. 

Por eso cuando me vine a Chile, mi mamá me regaló esas sábanas aunque ella no tenía ni idea del tipo de cama que yo tendría en este país, y es que lo que relata la Película Simón, de que uno como migrante llega a dormir en un colchón inflable en el piso es la tan real que recordé cuando una noche se desinfló el colchón e improvisé una cama con un juego de foami para los niños y yo dormí encima de unas toallas que suavizar el piso. 

Al menos en mi caso fue así, tener dos hijos no me hizo la excepción, pero ya habrá tiempo para contar mis historias migrantes. 

Yo me traje estas sábanas con amor, era un símbolo de la tranquilidad que sentía en la cama de mi mamá. Mi primera cama fue una king size que me regaló mi papá, la compró desde Venezuela, ahí entrábamos los 3 y sobraba espacio, pero eso le dio la tranquilidad de que no durmiéramos más en el piso, aunque él nunca se enteró de estos eventos que guardo en mi memoria. 

Después de llegar al final, devuélvete y descubre cómo fue eso de vivir con mi ex 👈🏻💔

Cuando intenté vestir mi nueva cama con la sábana que me había regalado mi mamá, no pude por obvias razones: eran medidas diferentes. Sin embargo, no dejé de intentarlo, así que usé la parte de arriba para cubrirla. 

Sí, te parece absurdo, pero así somos las personas tercas. Es de Tauros (mi ascendente).

Esa cama la tuve desde 2017 hasta el 2022 cuando me mudé para empezar de nuevo y compré una cama dos plazas -una parecida a la matrimonial venezolana- y aunque me compré sábanas nuevas, quise usar la que me había regalado mi mamá. Nada perdía con probar.

Pero adivina qué… ¡otra vez no le quedó! 

Sin embargo, a diferencia de mi antigua cama, esta vez la sábana quedó más ajustada, solo tenía que forzar el esquinero porque igual no calzaba. Y fue así como comencé a invertir más esfuerzo en vestir la cama aunque eso afectara mi espalda y aunque tenía el closet con opciones nuevas de sábanas a la medida. 

Luego de vestir la cama se veía bien, parecía que estaba hecha a la medida, pero yo sabía que solo le quedaba porque la obligué a que entrara; si me movía mucho se salía, es decir, soy el tipo de persona que para estar cómoda al 100% elige dormir boca a abajo, piernas abiertas, abrazando una almohada. Y buscar mi comodidad hace que las esquinas siempre se salgan de su lugar. 

Epifanía: Las sábanas de mi mamá Eunice Gamero

Así que mis opciones con esas sábanas son: 

  1. Dormir incómoda y tratar de no moverme. 
  2. Dormir cómoda y que no me importe sacar las sábanas de las esquinas. 
  3. No usar las sábanas porque tengo más que son tan o más cómodas. 

Sinceramente esta última nunca ha sido una opción, no te miento. Esta mañana, a pesar de mi epifanía, no cambié la sábana, solo la tendí. Pero creo que después de terminar este texto la cambiaré porque no tiene sentido seguir obligándola para que encaje en un lugar que mira, no es el suyo. 

Y sí, ya no estoy hablando de las sábanas… 

La verdad es que al tender mi cama con esa sábana, me di cuenta que aunque me vine de mi país convencida de hacer la vida que yo soñaba para mí y para mis hijos, tenía aún muchas de esos “principios y valores” con los que crecí, esos que están vencidos y que aún cuando no, no van en sincronía con lo que creo yo de la vida.

Yo lo intenté, de verdad de que lo intenté. 

No experimenté mi sexualidad con libertad porque eso no era de señoritas, tenía que resguardar mi “virginidad” como Santo Grial, y si bien no soy de esas personas que sienten calentura con cualquiera, las veces que las sentí, la reprimí porque primero decente antes que puta. 

También me casé para poder salir de mi casa, porque era la forma decente de hacerlo, ¿qué muchacha de su casa anda viviendo con su novio? Nunca tan atrevida, así que sí, me casé aunque no quería, no era mi sueño, no estaba enamorada ni era el hombre correcto. 

Luego de divorciarme me sentí la más fracasada de todas. 25 años, dos hijos, un divorcio y una migración, las tenía todas y no había llegado a mis 30’s. 

Un año después me enamoré, unos meses después de cumplir 26 conocí al hombre que me cambió la vida. 

No podía hacerlo, “una mujer como yo” no debía enamorarse y no merecía ser amada por nadie, ¿quién iba a querer a una madre soltera de dos pequeños con hijos?, ¿quién me iba a querer con mi abdomen lleno de estrías?, ¿quién iba a desearme a mí? Una divorciada, una que seguramente estaba loca y por eso la dejaron.

Las voces de nuestras cabeza pueden hacer estragos en nuestras vidas si no nos ponemos las pilas. 

Yo no podía enamorarme de un hombre que era guapísimo, todo sociable, todo popular, todo bellísimo. Yo no merecía esas sábanas que siempre había soñado, yo tenía la medida de las que debía usar en mi cama 💔

Luego de un poco de trabajo en mí y mucho esfuerzo por olvidar a ese del que me enamoré, accedí a una relación tradicional, una de esas que buscan construir la familia de mamá, papá e hijos. Compré sábanas para esa cama inmensa, una que era muy grande para mí, pero era la cama que mi papá quería que tuviera, la verdad es tanto espacio que al final terminas durmiendo más separado que juntos. 

Algunos pasos necesitan ser tomados solos. Es la única forma de averiguar dónde necesitas ir y quién necesitas ser

Alguien alguna vez

Fue difícil, no tenía cómo usar esas sábanas de mi mamá, no le quedaban a la cama, así que las guardé y compré sábanas nuevas. Se supone que eso era lo que debía hacer, él único problema es que aunque la cama me sirvió por mucho tiempo, no la había escogido yo, no era de mi agrado ni el tamaño ni el color, sentía que necesitaba tener una cama que yo escogiera, total, a mis treinta y tantos años soy capaz de tener la cama que guste, ¿o no? Y no quedarme con aquella solo porque sí y ya. 

Bueno, así que después de varios años de convivencia me convencí de que era momento de comprar una cama nueva. Me separé con el miedo de tener la etiqueta de un nuevo fracaso, casi convencida de que no nací para esto del amor y con ganas de encerrarme para siempre y no volver a enamorarme. 

Entendí que no puedes quedarte con una cama solo porque es más sencillo o  porque crees que comprando sábanas nuevas te sentirás cómoda. Doy fe de que no, al menos a mí no me funcionó. 

Cama nueva, vida nueva

Dos plazas era la medida perfecta para la cama que simbolizaba mi nueva vida. La compré con una nueva tecnología que te quita no solo los dolores de espalda, sino los del corazón. Una cosa impresionante. 

Compré todo nuevo, sábanas, mantas, cubrecama, todo. Era mi nuevo inicio, uno que me llevaría a la vida que soñaba. Te juro que dormir ahí me daba tranquilidad, me hacía sentir en paz, en calma conmigo misma hasta que un día vi la sábana que me había regalado mi mamá y quise usarla porque amaba la textura de esa tela. 

Luego de un tiempo, mi ex novio me pidió una nueva oportunidad jurando que esta vez todo sería diferente, que haríamos todo “bien”, que esta vez sí funcionaría. ¿Que sí lo pensé? Obvio que sí, él es el papá de mis hijos, se supone que nos conocemos como nadie, lo quiero de una forma tan sincera que jamás creí querer, y le tengo una confianza ciega. Pero cada vez que me acostaba en la cama, sentía cómo la sábana se salía de las esquinas y tenía que invertir mucho esfuerzo a media noche para tenderla y poder sentirme realmente cómoda. 

La epifanía

¿Ahora entiendes por qué tuve mi momento de iluminación tendiendo la cama? Engañarse en esta vida es lo más fácil del mundo, y a nosotras con esa lista de “debe ser” se nos hace mucho más sencillo cegarnos porque llevan siglos impidiendonos pensar, ser libres y juzgandonos cuando queremos hacer nuestro propio camino. 

Después de todos estos años en los que me he dedicado a deconstruir mi vida, a desaprender todo solo que no suma a mi camino, aún no me saco un 7 en todas las pruebas que me deja el universo, a veces caigo en las conchas de mango, aún sigo aprendiendo a priorizarme, a elegirme, trabajo por convencerme de que sí merezco ese amor que me da paz y calentura a la vez, donde existe la complicidad y en el que siento que no necesito hacer mucho para poder encajar en este mundo de fotocopias a blanco y negro. 

Hoy me creo más valiente, más hermosa, más esa mujer que una vez se vio reflejada en la mirada de un ogro y que no se creyó ser la princesa que él veía. Hoy quiero acostarme en mi cama con las sábanas que yo escoja y con las que mi piel sienta el calor de hogar, ese mismo  que construyo para mí. 

Es muy difícil dejar atrás todo eso que no enseñaron que debíamos hacer, yo sé cómo es crecer con una lista “To Do” de todas esas cosas que debes hacer y lograr para ser feliz y decente. Y esto no es exclusivo de las mujeres, nos afecta a todos por igual, todos estamos rotos, llenos de heridas que nos da miedo sanar porque hacerlo representa dejar de usar las sábanas favoritas de tu mamá. 

El problema es que si seguimos con miedo solo viviremos amargados, infelices y viendo la paja en el ojo del vecino porque es más fácil mientras se nos pasa la vida y los mejores años sin bailar a medianoche con la persona que nos hace vibrar; mientras despegan los aviones hacia los destinos que soñamos conquistar; mientras envejecemos cuestionandonos por qué debía ser así. 

Y nada es si no quieres que sea, baby. Recuérdalo. Eres creador de la realidad que tienes solo hay que hacerse cargo y salir a comprar las pinturas que quieres que dibujen tu lienzo. En mi caso, las sábanas que quiero en mi cama, que ojo, no significa que no agradezca el cobijo de las de mi mamá y todas las noches que pasamos juntas, no tiene nada que ver. El avanzar no debería implicar culpas, sino agradecimientos. 

Espero que esto te brinde un poco de luz, te juro que  a mí me iluminó la vida. 

Gracias a mi mamá y mi papá porque sin esas sábanas y sin esa cama, no hubiese podido ver la luz. Las señales están, tú solo debes aprender (y querer) verlas 🫶🏻🌌

Y gracias a ti por llegar hasta aquí, mi regalo más grande es que me leas 🫶🏻 ¡GRACIAS! Si quieres saber más sobre cómo he enfrentado estos procesos de deconstrucción, ya está disponible Diario de una Millennial – la princesa y el ogro, mi primer libro. Lo puedes encontrar en Amazon y BuscaLibre. Ahí te cuento cómo fue enamorarme de un ogro y vivir con mi ex.

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