Sexo. Tema complicado para mi generación, para las mujeres… para mí. El sexo es la raíz de todo, la base de la humanidad, la razón por la que Eva decidió desautorizar la voluntad de Dios para comerse a Adán entre manzanas, porque obvio Eva era una caliente, reprimida, llena de deseos que solo quería orgasmos, sentir esa sensación que sube desde los pies hacia tus muslos encendiendo cada fibra de tu cuerpo. Eva quería que Adán la tomara por la cintura, la pegara contra el árbol del bien y el mal, le abriera las piernas y la embestiera mientras besaba con hambre sus senos. Sexo. Del natural, del humano, del animal, del que queremos todos. Por eso Eva comió la manzana, por sexo.

Sexo. Justo lo que hace que la humanidad siga existiendo. Lo que la Biblia castiga y condena como pecado original, ese con el que nos ganamos de gratis solo porque nuestros papás decidieron rendirse ante el descabellado deseo de querer compartir fluidos. Sexo. Acción carnal deliciosa, divina, cautivadora y enloquecedora, causante de alguna que otra resistencia tóxica que nos evita entender que “ya fue”. Sexo. Del que no sabíamos nada, pero que aprendimos experimentando, con ensayo y error hasta que descubrimos que era real, que el punto G sí existe, que los orgasmos pueden desestabilizarte, que no solo las actrices porno tienen squirt y que confirma que tragárselo no es malo. You know what I mean! 

Sexo del que quiero tener. Salvaje, natural, animal, real -pienso cuando lo veo, pero no se lo digo, porque me faltan los ovarios de Eva -vuelvo a pensar. 

Sexo. Ese mismo que inspira canciones, películas y hasta homicidios pasionales. Del que vuelve loco a un cuerdo porque se excita de solo verla, sentir su mirada pícara, su sonrisa desnuda, su piel erizada. Sexo del que te hace humedecer sin siquiera tocarte, del que sueñas despierta cuando lo ves. Sexo ese que ahora experimentas desde tu teléfono mientras te tocas en la distancia. Sexo, el mismo que yo ya no tengo.

Para mí el sexo, como dije antes, es un tema muy complicado, básicamente porque crecí en una familia mega cristiana, de esas católicas en las que tocarse era cosa de Satán y de putas, y hablo en pasado porque ya no es tema mío. La mala noticia es que yo sí quería saber de qué iba eso que mi cuerpo comenzaba a sentir y que no sabía cómo llamarlo, pero que estaba decidida a no ignorar, todo lo contrario, deseaba con locura descubrir. Creo que ya lo he dicho antes, no fui una niña que a sus 12 años tuvo novio, no, no, no… ¿para qué ? ¿Y si desataba la furia de Dios? Mejor me quedaba quieta, además, mis inseguridades no me daban como para pensar en que la pubertad me favorecía como a mis amigas. A los 13 tuve mi primer beso, bajo un escenario paradisiaco que me dio la confianza para comenzar a vivir mi adolescencia con más normalidad, ese beso me dio una cuota de confianza que aún llevo conmigo. 

Así me autoengañé muchas veces y hasta llegué a decir que ese que me quería comer “con papas fritas” -diría una amiga- era mi mejor amigo, porque era más fácil fingir demencia y en eso tengo un master. Pero esto tiene una razón (o muchas), es simple: el sexo complica todo, de esto tengo un doctorado.

Yo soy una diosa acuariana que ama su libertad y que cuando se trata de amar lo hace libremente con intensidad, pero libre. Y si a eso le sumas que idealicé el sexo al punto de que de debía estar enamorada para tenerlo, obvio le estoy debiendo orgasmos a la vida, aunque hace poco descubrí en la nueva fuente del conocimiento que logró reunir a todas las generaciones -Tik Tok- que esto tiene un nombre y se llama ser demisexual . Creo que como yo, muchas, porque quizás hay más de una con una deuda orgásmica infinita porque aunque ama a su pareja, esta no sabe cómo penetrar en el placer compartido. 

Recordatorio para mí: Vive, niña linda, vive y deja de pensar estupideces. ¿Quieres tener sexo? Tenlo. 

Mi Eva y los tipos de sexo

El sexo es complejo porque hay muchas interpretaciones en el mundo de cómo debemos vivirlo, desde el momento que aprendimos a comunicarnos la cagamos, creo que no es algo que deba ser normado con reglas consagradas de cómo, cuándo y dónde debes vivirlo. Por eso Eva merece ser reivindicada ¿no crees? Hemos pasado miles de años juzgándola por hacer algo que probablemente TÚ también hubieras hecho, de estar sola, desnuda y aburrida junto al chico que te gusta. Pero a alguien teníamos que culpar y tildar de sonsacadora, ¿no? Eso sin contar que teorías apuntan a que Lili fue quien la manipuló para comer la manzana de Adán. En fin, la hipocresía. 

La cosa es que me imagino tres Evas muy diferentes. 

La primera es una loca y sexual; la segunda es tímida y amorosa; y una última más despreocupada, natural, de esas que te tratan con cariño no porque les importas sino porque ese es su encanto. ¿Y por qué pienso así? Porque creo que hay 3 tipos de sexo muy básicos que todos debemos -y queremos- experimentar, a tal punto que los categorizamos según el tipo de persona. Me explico, si fuese un hombre machista, del común, podría decir: que engaño a mi mujer porque a “ella” no le puedo hacer lo que le hago a mi amante. 

Si el marido supiera… 

Mi primera Eva es la que muerde la manzana, la que va por lo que desea y la que se mete entre las piernas eso que quiere, a su pinta y ritmo, sin necesidad de aprobaciones, solo por el mero deseo de ver cómo sus pezones se endurecen al sentir la lengua de su Adán. Es esa Eva que seduce con la mirada, que introduce la mano por debajo de la mesa y toca su entrepierna para ponérsela dura mientras cenan en un restaurante junto a sus amigos. Esta Eva es a la que no le importa chuparla en el auto, hacerlo en la cocina, usar el satisfyer pro en el baño de la oficina, hacerlo mientras hay visitas, la misma que recorre cada espacio de su cuerpo sin temor ni vergüenzas porque sabe que el sexo es sucio, natural y animal. Esta Eva solo quiere sentir, (re)conocer su cuerpo y sabe cómo manejar el de su contraparte. Lo disfruta, lo siente, llega, lo tiene, vive en éxtasis. Amo a esta Eva. Quiero ser esta Eva. 

Mi segunda Eva es la Eunice de las primera veces, una más ingenua, más misionera y menos jinete, predicadora de la creencia que el amor es lo que importa, no siente esa energía que recorre el cuerpo encendiendo cada zona erógena del ser y que explota en un carnaval de fluidos gracias al placer de dejar sentirse. No, esta Eva abre las piernas porque así es como tiene que ser. Sin juego previo y todo en base al amor que le tiene al pendejo que no se la sabe coger. Fui esta Eva muchas veces, mal cogida, entrampada en la idea de que al menos nos amábamos, aunque en el fondo estaba caliente y bastante decepcionada del precoz, pensando que capaz al que yo llamaba mejor amigo, ni se le pasaría por la mente dejarme con las ganas de gritar “así, así, así”. No es mi Eva favorita, confesaré. 

Déjame ir por un poco de agua, por favor.

Mi tercera Eva puede ser cualquiera de mis amigas superpoderosas que ven el sexo como una simple transacción en la que nadie tiene que ser malo, no señor, todo lo contrario, se le pone ganas, entusiasmo y hasta un poco de cariño para que se sienta más ameno, eso sí, con la claridad de saber que es eso: solo sexo, del animal, del natural, del que nos gusta a todos. Esta Eva es diosa, mágica, terriblemente buena en la cama y con una incapacidad tremenda para engancharse emocionalmente con alguien porque el amor es sinónimo de vulnerabilidad por lo que prefiere resguardarse bajo la indiferencia de dejarlo en lo carnal y ya, vivir las ganas como Dios prohíbe y correrse mínimo 3 veces en una misma embestida porque para eso nacimos. Quisiera volver a ser esta Eva, porque lo fui en algún momento de mi vida, solo que se complicó, porque es lo que hace el sexo: siempre complica todo.

El sexo nos rige 

Es una realidad innegable que si queremos ser felices debemos tener orgasmos. Cada día normalizamos más el tema y le bajamos el perfil al drama hollywoodense en el que solo nos entregamos por amor, cuando follamos por química y placer, aunque no voy a negar que si hay amor, los resultados pueden ser avasalladores. Lo cierto es que es justo lo que nos mantiene como humanidad y lo que nos destruye, ya que al no tener tanto manejo de nuestra emociones, a veces se hace imposible que una persona controle su instinto animal, por lo que termina cagándola, ya sea con un amigo, colega, primo, el pendejo que conoció en la disco… puedo pasar toda la noche ejemplificando todas las posibilidades que tenemos de embarrarla. 

Lo peor es que tenemos una educación sexual de mierda, la referencia de “por aquí van los tiros” de nuestra generación, eran los soft porn que pasaban en The Film Zone a media noche, en las que a las mujeres se las cogían por el ombligo y donde nunca le ibas a ver la pija a un hombre. Esa es nuestra referencia educacional sobre sexo… ¡OBVIO VAMOS A SER MAL COGIDAS Y ESTOS PENDEJOS TODAVÍA ANDAN BUSCANDO EL PUNTO G! Además, siempre vamos a esperar que el sexo sea como en las películas porno en las que todo perfecto y mira mami, pues no, la vida real no es así. 

Primero es muy pelúo que todos con los que te acuesten la tengan de 19 cm o más, cuando el promedio cada vez es más bajo porque los hombres cada vez la tienen más corta, y en caso de que vivas en Chile, te jodiste, porque según Datos Mundial los hombres, en promedio, no le llegan ni a 15 cm, ¿y tú sabes cómo calculan el promedio, no? Es muy difícil que apuestes a buen sexo por el tamaño del miembro del hombre (en caso de que seas hetero, si eres lesbiana, triunfaste, bebé). Además, las posibilidades de orgasmo por penetración son bajas, ya que solo se da cuando conoces tu cuerpo y el hombre de verdad es bueno. No lo sigo yo, esta vez es la ciencia la que habla. 

Tampoco las mujeres tenemos las tetas así y no todas tienen la vagina como estas actrices, que se hacen blanqueamiento, reducción de labios, lipo en monte de venus, depilación láser, etc., diría yo que solo ellas las tienen así, pero sé que hay mujeres (no actrices, ni putas) que hacen esa gestión pero será como el 0.1%. En fin, esa es nuestra referencia de educación sexual, en la que tras fingir orgasmos mientras falseamos gritos como locas, buscamos la satisfacción unilateral, para que el hombre llegue y su ego no salga herido, mientras una ahí, bien pendeja, pensando en todo lo que falta por hacer en la semana. 

Por eso es que hay cada día más casos de gente que engaña a sus parejas, porque el sexo nos rige y si este no te llena o se queda corto con tu pareja, evidentemente usted va a mirar para otro lado. Está escrito en la Biblia, ¿o por qué crees que Dios se anticipó y prohibió ver a la mujer del prójimo? Porque sabía que somos unos calientes, por naturaleza lo que queremos es follar. Divino, natural y salvaje. De hecho, Chile es reconocido por liderar estadísticas de infidelidad y adivina ¿quién engaña más? ¡Obvio nosotras, las mal cogidas! (Me incluyo por mera solidaridad de género)

El sexo millennial

Ya te conté que por años comí flores y creí en pajaritos preñados. Sin embargo, esto no quiere decir que desconozca lo que es un buen orgasmo, el sexo salvaje, casual, avanturero o del amoroso, todo lo contrario… la vida ha sabido recompensar algunas malas decisiones. Sin embargo, sí creo que nuestra generación es clave para esta transición que estamos viviendo hoy día en la que hay mucha más libertad de expresión, en la que vivimos y expresamos la sexualidad de manera mucho más abierta que hace 30 años cuando nací. Hoy día vemos a niños y jóvenes más informados, adolescentes preocupadas por los métodos anticonceptivos y una tremenda necesidad de evitar embarazos pero unas ganas impresionantes de vivir follando. Sino basta con ir a una plaza cualquiera para respirar el sexo que hay en el aire. 

A mí me hubiese gustado dejarme llevar mucho más por mis bajas pasiones, esas que me hacían tocar(me) luego de besos húmedos y extensos, solo por el hecho de no atreverme a dar el paso, por insegura o porque la variable del amor no estaba presente. De igual manera, creo que he sido afortunada en las experiencias, aunque pocas (creo yo, veremos que piensa mi madre de esto), en todas he tenido aprendizajes valiosos. Por ejemplo, una vez me atreví a vivir la experiencia con un muchacho al que le gustaba y que me parecía genial pero yo estaba en un mood de despecho que no me provocaba mucha maldad, pero cedí, luego de que una amiga me convenciera de que lo hiciera porque el otro ya estaba en la playa con su nueva conquista. Para mi mala suerte, el joven en cuestión estaba dentro de las cifras de aquellos que no la tienen ni gruesa ni larga, lo que no quiere decir que el performance de la previa no haya funcionado, lo que hizo que me valiera pico el tamaño diminuto de su miembro, porque bien dicen por ahí: 

Si llega en la previa, estás hecho, compadre.  

Ser millennial es sinónimo de una secuencia de resignificaciones de juicios y patrones que nos joden la vida, porque es otro momento, estamos ávidos de honestidad, cansados de tanta carga que no nos corresponde. Las mujeres queremos vivir nuestra sexualidad sin miedo, y hablo por incluso aquellas que no se atreven a verbalizarlo porque vaya que es difícil; también por aquellas que una de sus formas de hacerlo realidad es mostrándose porque ¿para qué guardarse? (nivel supremo de seguridad); en ambos casos hay lesiones en el amor propio y autoestima que hacen que nos vayamos a los extremos. La sociedad tiene una deuda inmensa con nosotras y con los hombres, porque no podemos solo culparlos cuando hemos pasado generación tras generación callándonos todo, incluso las malas cogidas. 

Considero que mi generación, que tuvo chismógrafo en lugar de Instagram y que creció leyendo los consejos de Cosmopolitan y masturbándose con los desnudos en PlayBoy, es justo el trampolín hacia una sexualidad más sincera, abierta y educada, en la que Eva no es juzgada por nadie, sino dignificada incluso por el mismo Adán quien reconoce su valentía por dar el primer paso, el mismo que él iba a dar porque soñaba con entrelazar sus labios, jugar con sus lenguas, mientras su sexo se levantaba ante tal monumento, cuando él bajaba sus manos hacia sus muslos acariciando aquellas nalgas que lo embobaban, para al final, terminar alzándola con fuerza y embistiéndola justo frente el árbol del bien y el mal. Solo que Eva lo hizo primero. 

Por esa razón hoy me permito este escrito, sin romantiqueo ni idealizaciones, porque la verdad es que estoy cansada de tantos miedos, me fastidian las ganas acumuladas, así que le digo adiós a ese pensamiento constante de que no soy suficiente como para gustarle a alguien. ¿Estoy cambiando? Sí, asumo al menos que soy una caliente, no pretendo seguir quedándome con las ganas como chica de 15 años, sino que sacaré la Eva (1 y 3) que hay en mí y me atreveré a vivir(me) de una manera que no le dé protagonismo a las inseguridades que lo único que hacen es que me pierda, probablemente, del mejor sexo de mi vida porque, ¡madre mía, si así besa…! 

Sexo. Del natural, del salvaje, del que queremos todos. Eso somos.