Empecemos así: no quiero ser adulta. ¿La razón? Ser adulta es difícil y no es algo que me encanta. De hecho, ni siquiera sé para qué era que quería crecer, porque a decir verdad ser la hija consentida (y mantenida) de mi papá pintaba mejor plan. Creo que a muchos de mi generación les complica esta etapa y se quieren engañar con que los 30’s son los nuevos 20’s, pero mi rodilla, espalda y estrés opinan diferente.

Es difícil. Es muy difícil. Y no se trata solo de la edad, sino que a eso le tienes que sumarle el género, (ser mujer es jodidamente arrecho/cuático/heavy), las ganas de triunfar y ser increíble en todos los roles como si nos fuesen a dar un bono por ello. Te juro que quiero devolver el tiempo solo para tomar mejores decisiones, quizás casarme con el libanovenezolano no hubiese sido ni tan malo, total ahora todo el mundo se casa, es infiel y suben fotos hermosas en Instagram. Pero no, yo escogí con quien duré solo cinco meses y me empeñé en que quería lograrlo sola y demostrarle a todos los que armaron una quiniela por mi derrota que soy yo bañada en salsa, porque podemos ser adultos, pero lo estúpido no se nos quita. 

Hace poco (re)comencé este proyecto de TIPONICE, porque la verdad tengo muchas historias que contar, porque escribir es mi vida y porque siento que nuestra generación necesita perder algunos miedos. Y en este recomenzar pensé que era oportuno volver a presentarme, ya que hay personas nuevas leyéndome y para que las antiguas no piensen que he sucumbido a las drogas. Y no, fíjate que en mis treinta y tantos todavía no consumo sustancias prohibidas, sigo con las permitidas: alcohol, trabajo y un poco de sedentarismo. De hecho, el año pasado hice la escapada de mi vida con mi mejor amiga, luego nos alcanzó otro amigo y quise fumar un poco de hierba, o sea, necesitaba calmar mis nervios, tranquilizar mi mente y RE LA JAR ME, que es básicamente lo que he necesitado los últimos 7 años de mi vida, como cualquier millennial promedio.  Pero mi amigo, con su instinto paternal bien activo, me lo negó. 


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No lo quise más por eso, sin embargo, puedo considerarlo como una señal del universo para que deje a mi cerebro tranquilo, mira que ya le basta con dormir sólo 6 horas al día. 

El punto es que… entiendo a la gente que, como yo, necesita algo más para sobrevivir a esta vida de mierda que llevamos y a esta adultez que nos consume de a poco, porque sino cómo podríamos soportar a los malos jefes, al vecino que escucha música para todos, a la vecina que informa al edificio entero que se la están cogiendo divino, al del autobús que no se detiene cuando vas tarde, a las personas del metro que solo existen pero que te respiran en la nuca, al del Uber que te pregunta si “¿efectivo o tarjeta?” por el chat de app, a la que te escribe por DM para venderte a ti -dueña de empresa- cómo tener tu propio negocio piramidal. Todo esto sin mencionar al imbécil que parece que nunca aprobó el examen de licencia y reta al destino todos los días, a la gente que cree que no tienes espejo en tu casa y te informan si estás gorda o flaca, a tus amigos(as) que te escriben para reclamarte por tener una vida de adulto, con deudas, proyectos y vivir sin tiempo para perder, al ex pendejo que ¿pa qué hablar de él?, al que no sabes cómo llamar o con cuál pronombre identificar porque ahora con los no binarios puedes llegar a ser ofensiva al intentar ser educada, con las feministas modernas que no entienden ni una wea de la lucha y se pelan las tetas porque así ganamos más respeto como género. Obvio la gente se va a drogar si vas a la clínica, pagas una consulta carísima y el doctor -casi sin mirarte- te dedica 11 minutos de su tiempo frente al computador y 4 más para llenar la receta de medicinas más costosas aún que probablemente no solucionen tu problema obligándote a ir con otro. 

Y la cosa empeora si eres mamá porque tienes que lidiar con las que se creen que tienen el sartén agarrado del mango, con las que aman las fiestas infantiles y te juzgan por preferir celebraciones íntimas, con aquellas que te señalan por si das teta o si prefieres fórmula, por si dejas a tu hijo la en cuna o haces colecho, porque si le quitas el pañal muy temprano o por si ya es muy grande para usarlo. Lógicamente nos vamos a drogar -o volver locas- si tenemos que lidiar con niños sin límites que serán los próximos quema ciudades solo porque sus mamás creen que todo es una gracia. 

Cristo redentor apiádate de nosotros y entiende que es jodidamente difícil ser un adulto al que pueden llevar a la cárcel o poner una multa altísima por mandar a mamar güevo a todos, todas y todes. 

Y ser una mujer adulta, madre, soltera con carácter -inserte cualquier signo zodiacal porque aparentemente no es excluyente- es mucho más jodido, porque no es solo velar por tu seguridad, ¡NO!, es triunfar en todos los ámbitos. Es no cogerte a cualquiera porque si no eres puta; es no tener novio porque ajá el trauma para los niños; es lograrlo a juro y porque sí, de lo contrario el problema eres tú y no está sociedad llena de hombres que no valen la pena; es no engordar porque EL COÑO DE LA MADRE (O PUTA LA WEA) dos embarazos no deben influir en tu cuerpo y tienes que verte siempre de veinte con figura 90-60-90. Es, además, mantenerte cuerda porque cualquier manifestación de humanidad califica como factor traumante y toda tu pensión la tendrás que invertir en terapia anticipada; es tener que velar por tus hijos y tratar de que sean seres humanos medianamente decentes que no jodan a nadie, sean felices y logren sus sueños. Y ni siquiera a tocar el tema de migrar y estar sola a 8.000 kilómetros de tu familia sin una red de apoyo cercana que te diga: VE Y DUERME DOS HORAS.

Obviamente quiero tener 16 de nuevo y que mi problema sea que me gusta mi mejor amigo y no sé cómo hacer para que no se note, entonces mejor le digo que sí al libanovenezolano que se derrite por mí para despistar al otro. 

Seres de luz y mundo de mierda

Vivimos creyéndonos mejores y superiores a otros solo porque vemos las cosas desde otras perspectiva. Estamos inmersos en una burbuja informativa que solo muestra lo que queremos ver, es peor que ser hijo único, nos sentimos dueños de todos los juguetes y juramos que somos más geniales. Pero la verdad es que todos estamos “vueltos vergas”, tratando de resolver nuestros desafíos internos, lidiando constantemente con esos demonios mentales que nos aseguran una derrota fulminante, que nos dicen que no somos suficiente para estar con la persona que queremos, que determinan que no es el momento para hacer lo que nos hace felices porque aún nada es perfecto. 

Una vez conocí a un hombre que quiso mucho a una mujer con la que no se atrevió a nada y pretendió dejarlo como una amistad sexual. Era mutuo, ambos se querían pero tenían heridas profundas provocadas en sus antiguas relaciones, por su infancia y por esas carencias que arrastramos generación, tras generación, lo que impidió que aceptaran lo que les pasaba. La cobardía también fue mutua. Ella nunca creyó ser digna de él, nunca se admiró bella, deseable, ni se sintió segura como para atreverse a vivir un amor con la única persona que la encendía por completo, que la retaba a ser mejor, a cuestionarse, a luchar por lo suyo. Él no creyó ser su tipo de hombre, pensó que aún no tenía todo lo necesario para ofrecerle la estabilidad que él asumió que ella necesita. Nadie habló, nadie fue sincero, los demonios fueron escuchados, potenciados y ganaron la batalla. Abandonaron la luz que los encendía para vivir en un mundo de mierda. 

Pero todo tiene una explicación, no solo a ellos les pasó, yo también lo viví y me sigue pasando. Crecí viendo a mis padres trabajando todos los días para darnos, a mis hermanos y a mí, las herramientas necesarias para lograr el tan anhelado éxito en la adultez. Lo tuve todo, no me faltó nada: educación de primera, cursos, viajes, experiencias asombrosas. Todo. Ambos me amaron con todo y se aseguraron de formar el pensamiento crítico y las habilidades blandas que me llevarían a la cima… pero ¿cuál era mi meta? En un ejercicio de mea culpa entendí que enfocaron todo mal, y no solo mis papás, sino los de mis amigos y círculo inmediato (es probable que los tuyos también entren en este saco). Su plan fue lograr esa fórmula de falso éxito que nos “garantizaría” un felices para siempre. El problema es que no todos queremos ni necesitamos lo mismo.

Hay personas que quieren casarse, otras prefieren ser solteras. Hay unas cuantas que, como yo, lo intentan y se divorcian porque lo que no sirve se bota rápido (esto no es en mala onda hacia mi ex esposo, fue el favor más grande que nos hice. El divorcio es un triunfo, no un fracaso). También existen unas más elevadas y open mind que experimentan un amor abierto con el permiso de vivirse sexualmente con otras personas. Otras tantas preferirán experimentar las diferentes orientaciones sexuales que nos inventamos a diario. Todas esas personas están bien, todas tienen derecho y razones para ser felices según sus propios paradigmas. De ahí que la formulilla que nos vendieron esté caducada.

¿Cómo no vamos a odiar la adultez si nadie nos enseñó a vivir por lo que amamos y soñamos sino a trabajar para poder vivir según lo que alguien dijo una vez que debía ser? Y lo peor es que trabajamos en carreras que decidimos a nuestros 17 años cuando no sabíamos si nos gustaban el punk o el reguetón.  Hoy somos médicos que no soportan a las personas, periodistas hartos de las noticias, contadores que prefieren hacer torta antes que reducir impuestos, ingenieros que viven su pasión deportiva una vez por semana porque peor es nada. Somos personas detrás de una pantalla que viven constantemente cuestionándose toda su existencia porque una vez quisimos ser músicos pero nadie nos apoyó. Estamos frustrados y muchos callan este sentimiento ya que tampoco nos enseñaron a mandar todo a la mierda y comenzar de cero porque ni loco que fuéramos, ¿verdad? Es jodidamente difícil ser un adulto millennial, porque, OJO AL DATO, los X están más que resignados y unos pocos se reinventan haciendo videos de Tik Tok mientras que los Z son nuestro modelo a seguir -aunque nos dé dolor asumirlo- porque viven su vida sin temor a nada, experimentan su sexualidad sin asco, emprenden desde temprano, viajan y solo quieren un mundo mejor para todos porque las generaciones anteriores la cagamos horrible. Ah y nacen con un don envidiable para bailar arrechísimo.

Ha(ser) lo que te dé vida

Todo este desahogo reflexivo me lleva a pensar que no todo está perdido porque aún podemos despertar del sueño que nos dijeron que debíamos vivir y aventurarnos a ser dueños de nuestras vidas considerando lo que verdaderamente nos da valor. Sé que el dinero es importante, me gusta mucho y amo hacer cosas bacanes con él, pero he descubierto que mis momentos más felices han sido justo cuando menos he tenido, y que nunca estuve más cerca de mí que esa vez que me creí en quiebra.  

Si bien tenemos que trabajar por tener la vida que soñamos con la comodidad que deseamos, es importante no olvidarnos de lo que nos recarga de vida y que puede ser tan sencillo con reír con tu mejor amiga, dormir abrazada con tu amor bonito, una sesión de cosquillas con tus hijos, el ramazzotti al final de la jornada con es compañera de trabajo que se volvió hermana de vida, la historia de amor que vives a través de los libros, el silencio de vivir en paz, el salto de alegría de tu perro al llegar a casa, el abrazo de tu mamá, la bendición de tu papá, el “está genial” de tu jefe, ese libro que terminaste aún cuando te habías perdido la fe. 

Sí, vamos a seguir escuchando sobre fórmulas perfectas para ser felices. Algunas serán muy fit, otras muy fat. Otras serán muy verdes y otras más inconscientes. Siempre habrá alguien que nos dirá cómo llegar más rápido a ese lugar al que no sabíamos que queríamos ir y otras más intentarán convencernos que el dinero es todo lo que necesitas para tener tranquilidad y sentirte feliz. La vida de adultos  millennials seguirá siendo un desafío diario, tus vecinos no dejarán de ser mamagüevos, el Uber no dejará de preguntar si “¿efectivo o tarjeta?” desde la app, la señora del kamasutra te hará saber que tiene una mejor vida sexual que tú, tu jefe probablemente seguirá siendo un imbécil y odiarás pagar impuestos para que la ciudad esté fea y el transporte público no funcione. Todo probablemente seguirá estando allí y tú seguirás posponiendo la alarma porque ¡qué ladilla madrugar! 

La diferencia estará en que podemos disfrutar más de ese ramazzotti, reír más fuerte, dar ese beso que sueñas y dormir hasta las 10:00 sin remordimiento. Hoy podemos vivir ese amor y todos los que le siguen porque es nuestra vida y solo nosotros sabemos con quien atrevernos, a quien aferrarnos y a quien soltar. Disfrutaremos cada día de terapia y amaremos más a nuestras familias (o al menos dejaremos tanto rencor). También podremos vivir nuestra pasión y sacar de la cancha nuestros miedos. Además, podremos dejar de ser médicos que detestan a las personas y abrir un bar de salsa y comedia o no ser periodistas hartos de noticias fatídicas y mejor escribir un libro sobre amores, miedos, finales infelices  y crisis millennials. Al final siempre podremos decidir ser adultos de luz en este mundo mierda para ha(ser) lo que nos da vida con quienes nos hacen sonreír en pleno desmadre. 

Es jodidamente difícil ser una adulta millennial pero también está siendo jodidamente hermoso, con sus días de sol y sus noches oscuras, solo hay que amarnos más dentro del caos y olvidarnos de querer ser perfectos. Y sí, no quiero ser adulta, pero una de esas que sigue lo que le dijeron que es correcto, quiero ser una adulta que reescribe la historia y su son y pinta; solo quiero estar bien, sentirme feliz, reír con el alma, amar intensamente y beberme un ramazzotti los miércoles mientras escribo sobre mis amores frustrados, fallidos y un poco tercos, ¿es mucho pedir? Espero que no.